lunes, 7 de mayo de 2007

Comic Books Are Turning Our Children Into Lousy Capitalists!



Digámoslo mal y pronto: en el último mes, los dos acontecimientos que han sacudido al comic norteamericano han sido políticos en naturaleza. Estamos hablando, claramente, de La Muerte Del Capitán América (porque así le gusta a Marvel que lo digamos, con énfasis y mayúsculas, después de todo es un COMIC SERIO!) y del estreno de “300”.
Ahora bien, obviamente son fenómenos de naturaleza distinta. La muerte del Capi es un evento / historia difícil de encarar: por un lado la manera en que Ed Brubaker, el guionista del Capitán, logro encajar este golpe bajo en la historia que venia contando es admirable y demuestra que al menos el tipo que esta al frente de todo esto es un escritor con talento y que tiene cierto plan en la cabeza. Por otro lado, todo el revuelo mediático y la atención que ha depositado Marvel en ella la vuelve un evento que produce cierto escozor y rechazo. ¿Por qué? En primer lugar, porque es muy difícil que no veamos al Capi volver entre los vivos en los próximos años. Si hay algo en lo que los comics de superhéroes no se destacan, es en las consecuencias duraderas de la muerte. Y mucho menos de un personaje tan importante como el Capitán. La insistencia de Marvel para que creamos que esta muerte es definitiva e importante es irritante porque nos piden que desechemos todo nuestro conocimiento del género y sus reglas. Las reglas pueden ser malas o podemos no estar de acuerdo con ellas pero cualquier lector medianamente regular de comics de superhéroes sabe que la posibilidad de que un personaje retorne de la muerte es directamente proporcional a su popularidad. Y estamos hablando del condenado Capitán América, por dios!.
De cualquier modo, la estrategia de Marvel esta muy a tono con su discurso publico en los últimos años, en el cual afirman cosas que luego son negadas de una manera categórica (a los pocos meses) con una expresión de indignación y la frase “nosotros NUNCA dijimos eso”. Básicamente, nos toman por idiotas.
Pero, por otro lado, produce un cierto rechazo porque, a raíz del revuelo generado en los medios “serios”, Marvel nos quiere vender este sucio acontecimiento como una parábola política en la cual el Capitán es un especie de abanderado de las libertades individuales, cuyo asesinato es una consecuencia de su postura libertaria (aunque el autor intelectual sea un ex científico nazi con el cráneo deformado, rojo y a la vista). Y, en general, los comics de superhéroes nunca han sido buenos en el tema de las metáforas políticas. En general la política se revela problemática, demasiado sutil, apegada a los grises y los tonos intermedios, a la hora de transferirla con cierta fidelidad a los códigos y las improbabilidades del genero, causando que esta sea o aguada y simplificada para que funcione en un mundo donde los tipos vuelan en calzas o que el mensaje político se vuelva demasiado pesado y todo termine como una lección en solemnidad y aburrimiento.

...


El caso de 300 ilustra lo opuesto: la lectura obligadamente ideológica de un comic de la forma más superficial posible. Las tesis son dos: en primer lugar, que es un comic pro-imperialismo norteamericano, con su fábula de un rey belicoso de occidente contra un imperio oriental; en segundo lugar que los espartanos son presentados como heterosexuales contra los homosexuales persas.
Este tipo de lecturas son las que yo llamo “la epidemia Mattelart”. Recordemos: en los años 60 y 70, cuando lo que hoy se llaman “estudios culturales” estaban en su infancia y no se podía ni soñar con estudiar los comics desde una perspectiva académica, las primeras salvas las dispararon dos libros cuya influencia nefasta dictaminó la manera en que se iban a analizar los comics durante años (en especial en Latinoamérica): uno es el conocidísimo “Apocalípticos e Integrados” de Eco, con su lectura de Superman como icono del status quo y el otro es el un tanto menos conocido “Para Leer Al Pato Donald” de Armand Mattelart y Ariel Dorfman, que intentaba descubrir en el palmípedo los tentáculos de la dominación imperialista (existió un tercero, mucho mas interesante y con una visión de los comics menos prejuiciosa: “La historieta en el mundo moderno” de Oscar Masotta, pero como suele pasar en estos casos, es la línea a la que menos pelota se le dio).
Durante años su estela iba a impregnar la manera en que se analizaba a los comics y productos culturales norteamericanos: de la manera mas ideológicamente reduccionista posible, sin tener en cuenta la lógica propia del medio y su funcionamiento interno, sus propias contradicciones e ignorando gran parte de su evolución posterior a 1970. La relación entre comics y política es muchísimo mas complicada que la simple “causa – efecto” y no se puede obviar la existencia de un lenguaje propio en los comics que adapta, rechaza y reestructura muchas de las influencias externas.
Y ese es el tipo de lectura craso que se le impone a “300”. Lectura que además deforma el significado del evento original y que impone una anulación tanto de los deseos del propio Miller al concebir su obra como de la distancia que existe desde el momento que fue publicada. Es cierto que en los últimos años (mas precisamente después del 9/11) Miller se esta volviendo una especie de derechista caricaturesco y salvaje y que sus trabajos adquieren un tinte cada vez mas en tono con el individualismo fascista y el militarismo norteamericano, pero “300” es una obra de un periodo anterior y responde mas a las obsesiones constantes del loco Miller que a una ideología explicita. Nuestro hombre siempre estuvo obsesionado con la masculinidad, con el honor, la violencia estilizada y el tono seco y duro de los pulps y “300” es una de las obras que mejor canaliza esas fijaciones. La anécdota ya es brillante, pero a Miller le interesa tan poco la precisión histórica como la propaganda. Lo que él busca es la aventura, el drama, la exageración de las pasiones hasta el absurdo. Al menos en esta etapa, es una especie de individualista romántico, al que le interesa Leonidas más porque iría hacia la muerte solo y NO porque puede guiar a 300 hombres a la muerte.
Y sobre la homosexualidad…bueno, en el comic es algo mas bien implícito o que denota un toque de exotismo en los orientales, pero, por favor!, la camaradería, orgullo viril y vestimenta de los espartanos es mucho mas homo erótica que la coloración o modales de los orientales!. Solo anotemos que la obsesión de Miller por lo macho se esta volviendo cada vez más una marca de estilo ineludible en sus obras, que lo hace risible y que por momentos remite a la imagen de “rugbista que se coge travestis”.
Bueno, en definitiva, la reproducción de lugares comunes, análisis prejuiciosos y visiones ridículamente simplificadas por gente que no entiende de lo que esta hablando también es una deformación profesional y no por eso impide vender diarios o libros y publicitarse como una gran eminencia en el campo de los estudios culturales.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabés que contento que me puso llegar a la segunda mitad del post, porque cuando leí el principio y leí "política" y "300" juntos pensé que te habíamos perdido y te habías sumado a la ola de pelotudos que ven metáforas políticas en la película.

Hace poco un amigo también harto de esos análisis ridículos me decía que no se podía discutir sobre las ideas de una película que básicamente no tenía ideas.

sebaxxxtian dijo...

tranquilamente 300 se puede ver tb como una apologia de la terquedad ante la adversidad. una contraposicion que se me ocurre es la inteligencia ante el planteo de la batalla que realizan los espartanos (aprovechando el conocimiento del terreno) por sobre la confianza de jerjes en la cantidad y no la calidad de sus tropas. hay que tambien destacar que el ejercito espartano es un ejercito de defensa, no de invasion como el norteamericano en irak. la pelicula esta bien, ademas el episodio delas termopilas es de mis favoritos de la historia antigua. seguro que a ricardo le va a gustar 300.

pd: el que pueda, vaya por favor hoy a niceto, hay leccion de punk rock, catedra: buzzcocks.

Anónimo dijo...

Sos la primera persona que no escucho decir que la película no es una poronga, me lo dijeron todos y de todos lados, nerds comiqueros y cinéfilos snobs por igual.

Anónimo dijo...

¿¿¿¿¿¿¿el discurso de la reina diciendo que hay que enviar el ejercito no es el mismo de Bush???????

sebaxxxtian dijo...

para mi no. el caso es que los espartanos no invaden un territorio ajeno, como ocurre en el caso de bush.

Alcácer dijo...

Creo que el cine, bah, el arte, exige una cierta responsabilidad. Hacer una película como 300 hoy, después de lo ocurrido en Irak y negar la posibilidad de una lectura basada en la invasión estadounidense no me parece adecuado.

Si bien no comparto aquella interpretación (me parece ridículo el quilombo que hacen los diplomáticos de Irán) la película es una bosta. Y en parte se debe a la fidelidad que paga al cómic de Miller. Tuve la suerte de leer 300 cuando se editó en español; la calidad de impresión y el formato horizontal hacían que la edición de Norma fuese muy superior a la original. Hacían posible aprovechar lo único bueno que tiene 300: las ilustraciones de Miller (de paso, su último trabajo bueno) y los colores de Lynn Varley. El resto es el peor Miller, aquél fascinado por la estructura castrense, por conceptos cuestionables como el honor y con una visión infantil de la masculinidad (por no decir cavernícola). Cómo si fuera poco cae en el maniqueismo obnubilado por los cuerpos espartanos. Aún así era tolerable porque estaba bien dibujado. Nunca lo tomé en serio, me parecía que hubiese sido un excelente libro de ilustraciones. El texto -bastante choto- era prescindible. La película se toma el comic en serio y ver en pantalla grande toda aquella boludez sin el virtuosismo de Miller no hace más que acentuar su precariedad. Carece de ritmo y está presa de las viñetas originales, Snyder usa cámara lenta para cualquier cosa. El resultado es una película chata y aburrida. Y con todos los problemas que acarreaba el cómic pero en tamaño pantalla de Imax.

Espero que haber sido claro. Saludos.

pd: ¿Ninguno anduvo por Niceto el sábado? Lo de Buzzcocks fue, como bien dice sebaxxxtian, demoledor.

Anónimo dijo...

La opinión del capitán sí se parece mucho a todas las demás que me habían llegado.

Amadeo dijo...

A mi me parece que justamente, negar una lectura a partir de la invasion a Irak es algo que hay que hacer, para restituir a esa obra algo de libertad y evitar que caiga en el terreno de los lugares comunes. No vi la pelicula, lo admito, pero para mi el comic lejos esta de ser una obra que aprueba automaticamente ciertas politicas norteamericanas. Insisto en que es de un periodo anterior de Miller y coincido con vos, Capt., qe es lo ultimo decente que hizo (aunque "Dark Knight Strikes Again" tiene cositas interesantes dentro de su caos). Realmente me parece que intentar leer inmediatamente en una obra como esta connotaciones politicas del tipo que se ha visto es una operacion intelectual crasa, aburrida, simplona y tonta.

Porque, basicamente como dice Dario, Miller ni siquiera es tan inteligente como para querer hacerlas.

Alcácer dijo...

Evidentemente, Miller no es ningún pensador. Tampoco Snyder. Espero que se retome la discusión cuando veas la película.

Amadeo dijo...

Por otro lado, y es algo que me olvide de mencionar, interpretar la Batalla de las Termopilas como un avance arrasador del imperialismo occidental es deformar completamente el evento original. Es sobreimponer las ansiedades y preocupaciones del presente en un hecho que en su origen tiene una significacion completamente diferente: los persas eran los imperialistas, los griegos eran un monton de ciudades cagadas que apenas si se podian entender. Y si los persas hubiesen ganado las Guerras Medicas, nos podriamos ir despidiendo del pensamiento occidental como lo conocemos hoy.