miércoles, 29 de julio de 2009

Cass McCombs - You Saved My Life

El autor



Cass McCombs es un songwriter puro y liso. Agarra de todos los lugares comunes que tiene que agarrar - Dylan, algo de Elliot Smith, Nick Drake, mucho folk, country, guitarra slide, cierta oscuridad y sordidez, y un gusto por la tradición de la canción, sin miedo a caer en los cliches del género.
¿Porqué McCombs es bueno? Porque a todas estas influencias le incorpora su propia voz, una visión súper definida de que quiere hacer, concretandolo de forma perfecta. Es capaz de hacer muy bellas baladas y canciones sin quedar demasiado meloso, y mostrar sus influencias clásicas y tradicionales de una forma creíble. Ademas, su banda es muy, muy buena.
McCombs editó su disco debut "A" en el 2003, seguido de "PREfection" en el 2005,"Dropping the Writ" en el 2007 y recién salió el "Catacombs", su cuarto y último disco. Tanto el "Catacombs" como el "Dropping the Writ" son discos sólidos, parejos, de buenas canciones folk con excelentes melodias y una gran voz. Cass canta con una técnica perfecta y de una forma muy variada, pero sin caer nunca en dramatizaciones (como, por ejemplo, a lo Jeff Buckley).

You Saved My Life, la canción y el video



Dos semanas obsesionado con una canción y un autor son suficiente razón para postear sobre ella. "You Saved My Life" es una balada en tiempo de vals perfecta, de esas atemporales que podrían ser de cualquier momento de los últimos 40 años.
Recuerdo que cuando tenía 14-15 años, un músico amigo mio me dio un consejo que siempre recordé. Me decía que si uno descubre un arreglo o idea interesante para una canción, lo mejor es colocarlo solamente una vez, de forma que quede mucho más delicada e interesante. Siempre me pareció un buen consejo, pero muchas veces repetir una idea melódica genial es la mejor solución. Acá la idea principal se repite una y otra vez, la voz y la guitarra al unísono. Esta repetición constante le da a la canción un tinte pseudo-religioso, que se potencia con la instrumentación tan particular del tema, con bajo y cuerdas sintetizados, una elección estética muy rara pero que, de alguna forma, funciona.

El videoclip para la canción causa un contraste interesante. Esta basado en dos únicas escenas. En la primera (que también cierra el video) vemos la espalda del músico mientras camina en una fiesta a plena luz del día, en cámara lenta, en una toma constante y larga. La segunda si encaja perfectamente con la canción, y es una escena donde Cass y una chica bailan, en un cuarto iluminado con unos paneles con luces que se mueven y cambian. De ellos solo se ven las siluetas. Luego de unos minutos, volvemos a la fiesta que Cass sigue recorriendo hasta encontrar un lugar aparentemente aleatorio y sentarse en el piso. ¿Artie y pretencioso? Sí. ¿Simple y emocionante? Totalmente.

Descargar:
Cass McCombs - Catacombs

miércoles, 22 de julio de 2009

:(

Chris Knox tuvo un paro cardíaco accidente cerebrovascular, que afectó su habla y el lado derecho del cuerpo. Parece que la recuperación es lenta. Esperemos que pueda estar bien y recuperarse al 100%.
Mientras tanto, se esta preparando un álbum de covers de sus canciones, con una lista de bandas maravillosa: Jeff Mangum, Will Oldham, Guided by Voices, Mountain Goats, Jay Reatard, Yo La Tengo, Bill Callahan, Lambchop, David Kilgour, Lou Barlow y más. Eso va a haber que escucharlo, y además es para reunir fondos para ayudarlo en su recuperación.
Ah! y los muchachos de MGMT donaron todas sus ganancias de un show en Nueva Zelandia para Chris Knox. Chicos, se ganaron un porotito.
(via)

lunes, 20 de julio de 2009

Shintaro Kago, ingeniero meta-anatómico


Shintaro Kago es una de esas cosas que son tan únicas que después de conocerlas uno no puede imaginar un mundo sin ellas, porque requieren que adaptes tu mente a ellas, y eso no se puede volver atrás. Sí, estoy diciendo que leer la obra de Shintaro Kago es equivalente a daño psicológico irreversible. Me pueden decir que eso es cierto para el guro en general, pero no, nadie hace lo que Kago hace. Lo que los demás hacen visualmente, Kago lo hace conceptualmente.

Varios de ustedes deben tener una idea de a lo que se llama guro hoy en día, lo asociarán con una variedad de hentai llena de gore, escatología, mutilaciones. Kago no tiene nada que ver con eso, tiene todos esos elementos, no voy a decir que no, pero es otra cosa. El truco es simple. Kago no cuenta historias sino que toma un concepto simple, como un laberinto, o duplicar en cada página la cantidad de cuadros, o una fístula anal, empieza a partir de eso y lo explora, lo hace crecer, lo deja tomar control, lo deja salirse de control y explotar en todas las direcciones hasta los límites más hiperbólicos.

Kago articula esta tecnica principalmente alrededor de dos temas, el cuerpo y el medio mismo del comic. En sus comics más que "meta" hay un juego de movimientos inversos. Junto a la explosión del concepto central hay un movimiento inverso en el que el medio implosiona y se repliega sobre sí mismo. En el que el comic pasa a tratarse del comic en el que está explorando el primer concepto. Un comic tan autoconsciente que no puede ser sobre otra cosa que sobre sus propios mecanismos.

El cuerpo es el tema del guro en general, pero Kago no lo usa sólo como una marioneta sobre la que poner mutilaciones y abusos sexuales como (casi) todos los demás artistas del género. No, Kago tiene una fascinación con el cuerpo y su funcionamiento a mitad de camino entre la inocencia del niño tratando de entender sus funciones corporales y la técnica de alguna imposible ingeniería anatómica. Los cuerpos son al mismo tiempo juguetes y herramientas, llenos de funciones y partes y formas de encastrarse unos con otros y con los que se puede hacer cualquier cosa. El cuerpo como máquina.

También todo este balbuceo trasnochado podría ser un montón de mierda, pero aún así deberían intentar leer a Kago y pueden hacerlo bajándolo de acá, donde yo mismo lo subí junto con unos cuantos de Suehiro Maruo, sobre quien no escribí ni creo que vaya a escribir pero podrían leer igual.

martes, 14 de julio de 2009

Wichita Lineman Was A Song I Once Heard



Si hay algo que deberíamos lamentar en este blog es que nunca hayamos hablado de los inmensos KLF. Uno de los proyectos musicales/ artísticos más increíbles de la historia del pop, el dúo de Jimmy Cauty y Bill Drummond fue tan gigante que, quizás, excusa que no hayamos escrito más sobre ellos.

Para los no iniciados: The KLF estaba compuesto por los sres Drummond y Cauty que se especializaba en actos de anarquismo musical y burla artística. Entre sus muchos logros se cuentan: haber creado uno de los primeros mash ups comercialmente exitosos (“Doctorin’ The Tardis”, una mezcla entre la canción de Dr. Who y “Rock And Roll Part 1” de Gary Glitter), haber viajado a Suecia con un fotógrafo y periodista del NME buscando a Abba para que les permitan usar un sampleo de Dancing Queen en uno de sus discos luego de un fallo judicial (el viaje fue infructuoso y terminaron destruyendo las copias que restaban), haber escrito un manual (justamente llamado The Manual) para “conseguir un número uno de la manera fácil”, haber tocado en los BRIT Awards con una banda de noise extremo y luego haber depositado una oveja muerta en la puerta de una de las fiestas post-evento…

Sin embargo, los KLF no eran solamente payasos simpáticos, sino que realmente creían y entendían, por un lado, el poder del pop para construir personalidades míticas e inspirar actos gigantescos, y, por otro lado, la necesidad en un mundo (ya) tan surrealista como el pop de los 80 de utilizar tácticas artísticas de guerrilla, simultáneamente como una forma de burla y puesta en ridículo de esa industria pop y como una forma de introducirse en ella, llamar atención a su continua publicidad, construirse como fenómenos más grandes y más extraños que la vida misma. Como los discordianistas de los cuales tomaron su primer apodo (The Justified Ancients Of Mu-Mu) su misión era dar información falsa sobre la gran conspiración pop, mientras se volvían lenta e imperceptiblemente parte de ella.

La oportunidad para escribir de ellos tiene que ver con la entrada que me permite Ezequiel al haber hablado de “Wichita Lineman”. Durante años para mi esta canción no existía, solo existía su gemelo espectral “Wichita Lineman Was A Song I Once Heard” de los KLF, la canción de la que (nominalmente) trata este post.

Incluida en su álbum “Chill Out” en realidad es un poco injusto llamarle una canción. “Chill Out” es un disco conceptual en el cual los KLF componen la música para un viaje imaginario nocturno desde Texas hasta Louisiana, un lugar que no conocían pero que reconstruyen a partir de sampleos de predicadores, de viejas canciones, de mujeres emocionadas, de noticieros. Es un verdadero paisaje sónico que fue concebido como una sola pieza musical para ser escuchada de principio a fin.

Sin embargo, “Wichita Lineman…” es notoria por ser una de las porciones más identificables como canción. Y también porque funciona, en realidad, como la huella espectral de una canción, como un recuerdo de una mezcla de sonidos y melodías que se remontan a muchos años atrás. Comienza con el sonido de un auto pasando por la autopista e inmediatamente se inician los sintetizadores que puntuarán toda la melodía, unos sintetizadores que traen a la mente el viaje, pero no con la condición de aceleración y maquinización de muchas canciones que lidian con el desplazamiento, sino con un aspecto más bien de somnolencia en el medio de un periplo extendido (como cuando Sam Shepard dice que hay que manejar hasta que el cuerpo deja de existir y, entonces, surge algo diferente). Luego de unos segundos ingresa el otro elemento recurrente de la canción: un predicador sureño terriblemente arengador. No se entiende exactamente qué es lo que dice, pero parecería que está exhortando al hipotético viajero a continuar y no desfallecer jamás hasta llegar a su mítico destino. Y en algún momento comienza a sonar otra línea de sintetizador que parece salida de una de esas canciones que ponen en las películas de Hollywood en los finales felices, pura catarsis y elevación. En conjunción con el predicador causa que la canción se torne una oda a la liberación de la travesía y el espacio.

Sin embargo, hay algo que siempre se mantiene elusivo, que evita que coagule en una canción propiamente dicha. Justo en ese momento en que parece que todo se desencadena, la melodía se corta abruptamente, como si no lograse recordar su propio estribillo. Y sin embargo esos momentos leves de “ganchismo” hacen que la composición se quede en la memoria, que parezca más que una composición construida a base de elementos que parecen sacados del más puro aire.

Es, como dice su titulo, “una canción que alguna vez escuche”, una especie de memoria semi sepultada que resuena en nuestra cabeza y que no podemos completar, un testimonio a la potencia de la música para insertarse en nuestra cabeza y dejar huellas, que se asemejan al sonido distante de un tren en la noche.

sábado, 11 de julio de 2009

Esta Es Su Nueva Banda Favorita.

Y esto es una orden.

The Fleshtones - Roman Gods



The Fleshtones - The Dreg



The Fleshtones - Hexbreaker / Super Vindicators



The Fleshtones - Jump, Jive And Harmonize

jueves, 9 de julio de 2009

"I'M ALWAYS PRONE to do things very quickly, which has distinct advantages - you leave all the mistakes in, and the mistakes always become interesting. The Velvet Underground, for example, are the epitome of mistake-filled music, and it makes the music very subtle and beautiful."

y al rato:

"..the fabulous term 'Golden Showers' - the term for pissing on someone, which some well- known rock musicians are said to be very involved in . . .

"Here come the warm jets?"

"That's certainly a reference."


- Brian Eno, de "todo lo que quizás no querías saber sobre brian eno" entrevista hecha por Chrissie Hynde.

martes, 7 de julio de 2009

Yo, Tú, Él, Ella, Nosotros, Vosotros, Ellos.

Bodyworld, Dash Shaw.

Miren, si les dijese que un comic protagonizado por un “profesor” drogadicto que mezcla trazos de romance adolescente, ciencia ficción, terror, erotismo y buenas dosis de experimentación formal que en ningún momento entorpecen la narrativa sino que ayudan a aumentarla y hacerla más bella, es uno de los mejores comics del siglo XXI, ¿me creerían?

Todo eso es Bodyworld, de Dash Shaw. El joven Shaw (25 añitos) es uno de esos autores prodigio, que pasa de amateur a promesa a artista consumado en un puñado de años, su primer obra importante data del 2004, la novela gráfica “Love Eats Brains”, una variación zombie construida alrededor del romance (como “The Living And The Dead”, de Jason). Luego de eso publicaría “The Mother’s Mouth”, un libro que caería dentro del género “cáncer comics” (aunque trata del alzhéimer). Pero en realidad, su año de ingreso en la selección del comic alternativo seria el 2008, en el cual publicaría su gigantesco magnum opus (si se puede hablar de algo así a los 25 años) The Bottomless Belly Button, 720 páginas sobre la ficticia familia Loony y su desintegración. Pero a la sombra de este trabajo de enormidad legendaria crecería un pequeño arbusto llamado Bodyworld que sería cultivado por Shaw desde su sitio web, semanalmente.



Bodyworld tiene por protagonista al profesor Pauly Panther, un adicto que ha logrado convertir su vicio en profesión, viajando por los rincones del globo y describiendo las diferentes variedades vegetales que encuentra para una enciclopedia psicodélica. Un día, como cualquier otra asignación, lo mandan a Boney Borough, un pequeño poblado creado luego de “la Guerra Civil” para que documente una nueva planta de usos desconocidos. Bodyworld esta situado en el futuro impreciso de los Estados Unidos, un futuro sobre el que se nos dice bastante poco, pero que es utilizado por Shaw a la vez como elemento de fondo y como habilitador de la situación particular del lugar donde sucede la acción. O sea, sobre la Guerra Civil no nos dicen nada, pero Boney Borough es un poblado experimental, un intento de recuperar el ideal de los pequeños pueblos “donde todos conocen tu nombre”. Un lugar rodeado de bosques, con una población de jóvenes que no conocen los rascacielos y que viven en un continuo comic de Archie. Solo que con toda la ansiedad y frustración que uno nunca ve en las aventuras del pelirrojo y con la tentación continua del afuera: “el perímetro”, al que solo dejan entrar a los mayores de edad, es una galaxia de moteles de mala muerte, tiendas abiertas toda la noche y prostitutas. Panther comenzara a enredarse con los habitantes del poblado, dando rienda suelta a su capacidad para ser antisocial e infame hasta que se revele el verdadero origen de la nueva droga que está investigando.



Shaw realmente extiende el rango de lo que se considera comic alternativo o indie norteamericano. Pertenece definitivamente a una nueva generación de aquellas eminencias grises de los 90 (Ware, Seth, Brown, Clowes): no mira hacia el pasado sino hacia el futuro, no cultiva la autobiografía, tiene un particular interés (en esta obra) por un elemento más bien soslayado por estos, el color, utilizado de maneras más bien expresionistas y novedosas, desprolijas, trabaja el formato de la historia larga antes que la antología de un solo hombre en la cual entra de todo, publicando en internet. En “Bodyworld”, sobre todo, se observa una preocupación por la verdadera mezcla de géneros, en un caldero, de modo tal que fragmentos de la historia se leen como ensayos para una comedia romántica, para una película de terror, para un comic de superhéroes. Lo genial es la manera perfecta en que Shaw introduce esos elementos sin jamás resaltar su condición genérica, sin llamar atención a sí mismos (exceptuando, quizás, los toques en el origen de Johnny Scarhead, la “parte superheroica”, que sin embargo son superados y dejados en ridículo cuando muestra a los aliens que le dieron sus poderes, un conjunto de manchones de color parecidos a aquellos que uno produce cuando desparrama pintura en una página y luego la dobla en dos), como parte de un infinito lienzo en el que se encuentran todos los comics del mundo y de los cuales el toma lo que más le conviene.



Lo que unifica a la historia y los diferentes momentos es Pauly Panther, uno de esos personajes encantadores, tan imbécil y egoísta que es completamente querible. Piensen en John Constantine o Jimmy McNulty, perdedores perpetuos, incapaces de detenerse y darse cuenta del daño que causan, de su propio egocentrismo, de sus respectivas adicciones que los conducen a la tumba “alone, unloved and unmourned”. Panther pertenece a esa estirpe, y al igual que ellos, debajo de ese exterior que deja novias, mata perros con cocaína y, en general, es descortés y horrible con todos los que lo rodean, uno solo puede pensar que en algún lado de nuestra persona también nos gustaría ser como él, sin una preocupación en el mundo más allá de su propia obsesión, tan intransigente, individualista y carismático. Es aparentemente incapaz de notar conscientemente el mecanismo de su destrucción, pero debajo de esa despreocupación alberga un enorme desprecio por sí mismo. Toda su carrera puede verse como un larguísimo death-drive que reemplaza al suicidio que jamás podrá llegar a cometer porque es demasiado parecido a nosotros: demasiado cobarde, demasiado apegado a la vida, demasiado gracioso para morir.

Shaw realiza una buena elección en Panther, porque si Bodyworld trata de algo es sobre aquello que nos hace quienes somos, únicos e individuales, y la manera en que eso puede ser modificado de manera tenue o drástica por nuestra exposición a ese poderoso modificador de la conducta: los otros seres humanos. Por algo los personajes que se ven más afectados por Panther son dos adolescentes que se están graduando, dos seres en el preciso momento en que uno comienza a decidir quién será. Y su contraparte femenina es una profesora que esta tan dañada como él, fijada en el miedo y la pequeñez que heredó de su juventud.



Shaw meramente literaliza el efecto abrumador en nuestra personalidad de nuestras relaciones mediante la extraña planta que Panther tiene que investigar. Porque, chiquilines, lo que esa nueva droga produce es la sensación de ser la persona que se encuentra más cerca a nosotros en ese momento. Lo cual brinda a Shaw un dispositivo narrativo excelente, tanto para mostrar las interacciones entre los personajes de una manera completamente nueva como para ir contando sus “orígenes secretos” en el marco de diversos viajes de drogas completamente psicodélicos. Lo interesante, además, de esta literalizacion es que Shaw accede de manera subrepticia a uno de los deseos últimos del consumidor de drogas (cercano objetivo de aquellos adeptos a las drogas psicodélicas): perder la cabeza, ser otro, modificar la percepción de manera tan brutal y abstracta que uno desaparezca y su relación con el mundo real quede definitivamente cortada. La diferencia es que en cualquier viaje de drogas extremo al otro lado siempre espera una cierta cuota de autoconocimiento, y la planta presentada en Bodyworld corta esta salida con la continua y profunda inmersión en el otro, para siempre. Es el sueño de la generación de los 60, de los jóvenes del amor, la comunidad y el utopismo socialista llevada a sus últimos extremos: Hey, vengan a unirse a la colmena. O, como le dijo Jay Lynch a Art Spiegelman una vez: “Por supuesto que somos todos uno, pero no lo divulgues”. Y Panther es lo más opuesto a esto que pueda existir, es un individuo tan increíblemente nocivo para la comunidad que casi es un virus, una bacteria, en el “mundo-cuerpo”.



Como mencione anteriormente, Shaw si les debe a sus antecesores el gusto por la experimentación. Pero mientras estos estaban preocupados por la manera de narrar, el orden de los paneles y el modo en que estos cuentan una historia, la elipsis en la narrativa y la diagramación del espacio físico de la historia para producir un efecto en el lector (además de por el espinoso asunto de la relación entre la autobiografía y su representación en el arte), Shaw está preocupado por el color y su potencialidad para comunicar emoción, por un elemento a primera vista superficial y muchas veces ignorado. Mientras mantiene una cuadrícula casi continua de 3 cuadros por tira, Shaw se vuelve loco e imprime una paleta diferente para cada situación. La llegada a Boney Borough esta bañada en un azul profundo que transmite la sensación de quietud y frio. Los bosques son una maraña de formas sobreimpresas en verde y marrón (esa es otra cosa interesantísima del uso del color: muchas veces Shaw deja que los manchones definan los espacios y los cuerpos, sin necesidad de usar contornos), los recuerdos de Paul se encuentran enmarcados en blanco y un solo color, apagado y escaso. Pero lo que hace que el uso del color en este comic vaya mas allá de unos cuantos acentos emocionales apropiados es la manera en que gran parte de la maleabilidad de este mundo, de su atractivo, su sexualidad (“Bodyworld” es un comic en el cual la posibilidad de “meterse en el otro” conduce a algunas exploraciones del sexo que se concentran en la intimidad del acto antes que en el acto en sí y que son extremadamente intensas) reside en ese color. En los momentos cruciales, mientras que los cuadros se mantienen estáticos, las onomatopeyas y los fondos, las líneas cinéticas y las manchas, todos de un color exuberante, construyen y despliegan la tensión y el ritmo narrativo. Y al mismo tiempo Shaw parece llamarnos la atención a la carnalidad o anormalidad de ciertos elementos: las manchas en las paredes parecen verdaderos manchones improlijos de Photoshop, la sangre gotea como chorros de pintura de los personajes, las cenizas son rayones que parecen de crayón.



Pero, en definitiva, este es un comic sobre las relaciones que construimos, sobre la manera en que afectamos a quienes nos rodean (y ellos nos afectan a nosotros), sobre los asuntos sin resolver y los remordimientos del pasado, sobre los errores que cometemos y, sobre todo, sobre la manera en que quedamos abiertos a cualquier cosa al confiar en otra persona. Los momentos más significativos en los que la grilla se rompe es cuando dos personas están bajo la influencia de la droga, y entonces fragmentos de diversos cuadritos, imágenes aisladas o abstractas se superponen de manera confusa, como una sobrecarga de información emocional. La droga reduce el largo momento de conocimiento a un segundo pero no puede evitar que sea complicado, incoherente y doloroso. Sin embargo, el proceso de la droga implica un paso más que solo vemos al final de la historia y que da sentido al término súper-organismo. ¿Si pudieses vivir en un mundo en donde nadie te ocultase nada ni te decepcionase, a cambio de ceder tu individualidad y el concepto del otro, lo harías?.



Shaw no parece favorecer completamente ninguna respuesta, pero quizás nos diga algo con dos imágenes que se encuentran al final: una inmensa e increíble vista de Nueva York que adorna el último capitulo, el único momento en que el lienzo se vuelve realmente infinito y en el que vemos el mundo futurista de Bodyworld, oculto durante tanto tiempo detrás de la “normalidad” de Boney Borough, una panorámica descendiente que parte de las alturas para llegar a la calle y a las personas que caminan por ella. La otra imagen es el estallido de un cilindro dentro del cual hay cenizas en el espacio, esparciendo su contenido al infinito, las pequeñas partículas de ceniza como futuras estrellas. Todos formamos parte de esto y todos vamos a disolvernos en la nada y siempre será difícil vivir juntos. Quizás deberíamos hacernos cargo de ello.

miércoles, 1 de julio de 2009

No Fun For You!

Despues de 5 años, volvió Marquitos Motosierra Blogger, en un blog sobre garage y rock en colaboración con un colega brasileño. El último post, acerca de los Chicos Eléctricos, es emocionante y encantador. También hay publicaciones sobre Cross, un analísis del marketing de tener una banda ahora y el DIY y - esperemos - muchas más cosas. Rock On!